Fui educada como mujer mexicana.

Me educaron como mujer mexicana. Estoy segura de que no todas las familias educan como la mía, pero sé que hay muchos valores en común.

Tengo que ser sincera, una de las primeras cosas que me enseñaron fue a mantenerme viva, sana y salva. Me enseñaron a no hablar con extraños, a no ir a pijamadas, a no hacer viajes sola con mi amigas, a no salir hasta tarde, a no beber si no veía qué era lo que me servían, a no aceptar rides de ningún chico, a no ligar en las fiestas y si ligaba a no irme con él porque hasta el más guapo puede ser el diablo. Me enseñaron a no vestirme provocativa. Recuerdo que alguna vez quise ser camarera y mi papá me dijo que mejor no porque en esos trabajos se mal interpretaba el papel de la mujer. Me enseñaron que si bebía no condujera y si conducía, que no fuera sola por la noche porque me tenía que cuidar hasta de la policía porque “vaya usted a saber”.

Aunque lo aprendí muy bien, recuerdo que cuando tenía veintipocos fui a una fiesta con una amiga y su novio. Me puse muy borracha y solo quería vomitar, me llevaron los dos hasta el baño. El novio quería entrar conmigo al baño para ayudarme, pero yo recordaba las enseñanzas de mis padres y no me dejé. Salí después de haber vomitado y mi amiga entró al baño. Su novio intentaba besarme y yo con mis escasas fuerzas le daba bofetadas. A lado nuestro había una parejita que se reía de la situación… supongo que era muy gracioso ver a una mujer que no puede defenderse intentando quitarse a un acosador de encima y ver la insistencia del acosador a pesar de que la mujer dice NO. Al final la parejita reaccionó y le dijeron al novio de mi amiga “déjala, ¿no ves que no quiere?”. Él me dejó en paz. Mi amiga salió del baño. Mi amiga no me volvió a hablar después de ese día.

Tengo que hacer un alto para decir que mi historia no va de nada turbio, de nada triste, nunca me ha pasado nada “malo”. Soy una mujer común y corriente. Nunca me han violado, ni me han golpeado, ni me han matado, pero he vivido la violencia machista en mi día a día.

Mis papás me dijeron que tenía que ganar las cosas por mis propios méritos. Recuerdo que en la universidad tenía que hacer un trabajo en equipo y me tocó el típico caradura que no quiere hacer nada y que al final pongas su nombre en el trabajo. Le dije que no. Me ofreció pagarme. Le dije que no. Me había costado muchas desveladas hacer ese proyecto para agregar a alguien nada más porque sí, así que no lo agregué. El chavo reprobó ese periodo. Al día siguiente tenía un e-mail que decía algo como “Sé quién eres. Sé que no eres una chava guapa ni popular. Tú no sabes con quién te has metido y me las vas a pagar”. En fin, un bravucón que me quería meter miedo diciéndome que era fea y no era extrovertida. Lo primero que hice fue enseñarle el correo a mis padres y al día siguiente fuimos con la directora de carrera a enseñarle lo que me había mandado este chico. Para mis padres fue una pesadilla, durante varias semanas me iban a dejar a la universidad y me esperaban ahí, todo el día, hasta que salía porque recordemos una cosa, para ellos lo importante era que me mantuviera viva. Al final, expulsaron al chavo de la universidad e iba por ahí contando que yo había dicho que me quería violar y que no era posible porque yo era fea y gorda y cómo se le iba a ocurrir violar a alguien así. Claro, si hubiera sido guapa y delgada, entonces sí valía violar.

La verdad sí aprendí a ganarme las cosas por mis propios méritos. Terminé la universidad con muy buen promedio, trabajé un par de años y me gané una beca para venir a hacer el master a España y por amor me quedé aquí.

Volvamos a que mis papás me enseñaron a ser muy luchona. Una vez aquí ya siendo toda una Señora fui a darme de alta al servicio público de empleo. Fui con todos mis papelitos, título del máster, título de la universidad, mi promedio envidiable y mi CV buenísimo que me había valido para una beca… todo el paquete para que una funcionaría me dijera “nada de eso te vale si el título no está homologado”. En mi nivel de estudios puso “secundaria incompleta” tras preguntarme muy amablemente si sabía leer y escribir. Salí temblando de la oficina de empleo y llegué a llorar a casa. Luché durante un año para homologar mi título solo para volver a la oficina de empleo y que pusieran mi nivel de estudios real. La funcionaria me dijo “sigue sin valer porque tendrías que homologar también bachillerato y secundaria, solo te puedo poner el título como información adicional”.

En España (como en muchas partes) hay enchufismo y la familia de mi marido se ofreció a ayudarme a encontrar trabajo más de una vez. Pero… mis papás me enseñaron a ser como José Luis, el pobre, pero orgulloso de los 3 García. Así que decidí hacer otro máster para acceder a la bolsa de trabajo y tener más oportunidades laborales. Encontré unas prácticas en una agencia de publicidad muy reconocida, trabajaba de 9 a 7 y solo ganaba 400€ sin derecho a vacaciones ni nada. En ese entonces mi marido estaba en paro.

Mi jefe era un misógino. En mi área éramos 4 chicas y él solo se dedicaba a gritarnos. Un día una chica le preguntó el por qué de una decisión y él respondió “por la misma razón que tú no eres rubia, delgada, de 1.80 y no estás en una pasarela en Nueva York. PORQUE SÍ”. Supe que ese no era sitio para mí y que tenía que huir.

Me enseñaron que la familia es primero. Después de tanto trajinar encontré un trabajo bueno y donde estaba a gusto. Se empezó a hablar de una fusión con otra empresa. Me dijeron que querían que yo llevara el área cuando llegara la fusión. En ese entonces me enteré de que mi padre tenía un cáncer terminal y que solo le quedaba un mes de vida. Decidí irme a México y supe que esa decisión me iba a costar muy cara. Al momento que yo abordaba el vuelo, mi padre daba el último suspiro. Prácticamente aterricé en la funeraria para encontrar a mi padre en una caja.

Me enseñaron a ser responsable a pesar de todo. Semanas después de que mi padre murió, me enteré de que estaba embarazada. En el trabajo me presionaban para volver, así que con el corazón roto dejé a mi familia para cumplir con mi trabajo. Estaba muy miedosa, pues les “debía el favor” del permiso para ir a ver morir a mi padre (estuve trabajando a distancia todos los días) y ahora estaba embarazada. No dije nada. Cuando llegué ya no tenía ni mesa y tenía dos jefas nuevas, ¿no se suponía que yo iba a ser la responsable de área? Me arrepentí de haber vuelto.

¿Les dije que me enseñaron a ser honesta? Pues sí, terminé contando lo de mi embarazo y empezaron a hacerme putadillas. Esas típicas putadillas que no califican como acoso o maltrato, pero que son como una piedrita en el zapato. Me hacían trabajar fuera de la oficina en sitios que estaban a 1 hora de distancia, trabajaba en fines de semana en la intemperie con el frío del invierno, me  cambiaron el horario. En mi trabajo tenía derecho a un bono por resultados y con los resultados en la mano, fui a pedirle mi bono al nuevo jefe y me dijo que esos eran “tratos personales” con mi antiguo jefe. No quiero ni pensar qué era lo que quiso decir.

Fue una época de mucho estrés y la única razón que tenía para no renunciar es que me merecía la baja maternal pagada. Al final, la médico me mandó de baja anticipada porque estaba hecha un desastre física y emocionalmente. Sin embargo, me hicieron trabajar desde casa estando de baja dos meses más.

Ante la falta de motivación y comprensión, he pedido una excedencia con la esperanza de encontrar otro trabajo que me permita compatibilizar mi nuevo rol de madre con todos los que ya tenía. Y aquí estoy siendo madre y esposa de tiempo completo y en casa “sin trabajar” porque lo que se hace dentro de casa es invisible y parece que no cuenta.

Sé que muchos pueden juzgar “ay seguro si está bien pinche fea y además ha de ser bien conchuda y huevona”. También se que muchas compatriotas me entenderán y esto es para ustedes. Porque a pesar de que tengamos buenas vidas, de que seamos felices y de que nunca nos haya pasado nada “malo”, día a día hemos padecido la violencia machista y es hora de decir BASTA.

No sé si todo lo que me ha pasado, me ha pasado por ser mexicana. Pero estoy segura de que todo lo que me ha pasado, me ha pasado por ser mujer y ni siquiera puedo firmar esta historia por miedo a represalias de mi actual trabajo.

Así que si alguna vez has tenido miedo, si alguna vez te has sentido acosada, si alguna vez te has sentido amenazada, di BASTA. No digamos BASTA solamente hoy por ser 8M. Digamos BASTA cada día y unámonos para luchar por nuestros derechos.

Hoy es 8M y nosotras paramos.

La historia es totalmente real. Si sientes que como mujer migrante tus derechos han sido vulnerados, escríbenos a hola@mexicanasenmadrid.com

Mexicanas en Madrid
Por una comunidad unida, informada y activa.